La desgracia se cebó en M.C. desde que ingresó en el Hospital de San Eloy para ser operado de próstata. La fatalidad y un cúmulo de errores médicos, según ha establecido una sentencia judicial, lo mantuvieron siete meses hospitalizado y lo devolvieron a casa en una silla de ruedas y con un 95,5 % de minusvalía, para morir tan solo unos meses después a causa de una insuficiencia respiratoria. La decisión del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco admite que se produjo “un mal funcionamiento del servicio sanitario” y condena a Osakidetza a pagar 120.000 euros de indemnización.
El calvario de este vecino de Baracaldo comenzó en un quirófano de san Eloy, donde le extirparon la próstata el 8 de febrero de 1.999. Tenía 65 años y ya no se volvió a poner de pie. Durante la intervención, la cirujana “tocó” un nervio, lo que dio lugar a un “reflejo involuntario en una de sus extremidades inferiores”, indica la sentencia. Ese movimiento de pierna hizo perder el pulso a la especialista, que le perforó la cápsula prostática”, según el gabinete de abogados Gómez Menchaca, encargado de la demanda de la familia C. contra Osakidetza.
“Al acabar la operación, nos dijeron únicamente que había habido complicaciones”, relata la hija de la víctima. Unas hora más tarde, el enfermo fue sometido a ventilación mecánica. Cuatro días después, padeció una hemorragia interna y los médicos le intervinieron dos veces más, ya con anestesia general.
M.C. salió adelante con secuelas. Tuvo una insuficiencia renal grave y una isquemia cerebral. Los especialistas recomendaron su traslado a Cruces para someterle a diálisis. Los médicos de este hospital le retiraron la ventilación mecánica y colocaron un tubo en la tráquea para facilitar la respiración. Durante la operación de traqueotomía, realizada el 26 de febrero, los cirujanos cortaron de forma accidental la yugular a M. “Nos dijeron que el error se debió a que mi padre tenía la yugular en un lugar poco habitual” añade la hija.
En silla de ruedas
No acabó ahí su dramático peregrinaje por los quirófanos. Al paciente le sobrevino una insuficiencia respiratoria, shock séptico y coagulopatía y, además, contrajo una neumonía, por lo que tuvo que ser aislado en una planta de Cruces. “La etapa más dura. Recibimos un trato muy malo”, recuerda su hija.
La familia tuvo que asumir que M.C. había quedado paralítico. Sufría una minusvalía del 95,5%. Ingresó en el área de Lesionados Medulares de Cruces para someterse a rehabilitación. Antes de recibir el alta, aún le quedaba una última operación, en julio de aquel aciago año, para cerrarle una escara en la espalda. Regresó a casa en septiembre, en silla de ruedas. Murió en abril de 2000 por una insuficiencia respiratoria.
Publicado por El Correo el 14 de septiembre de 2.003