Mikel y Joseba entraron a quirófano para tratar el desprendimiento de retina de uno de sus ojos y, lejos de corregir el daño, se llevaron a casa un problema mayor. Perdieron la visión absoluta del órgano tratado. En el caso de Mikel, el izquierdo, y en el de Joseba, el derecho. Incluyéndoles a ellos, ya son 32 las personas que se han quedado ciegas en España por culpa de un producto médico compuesto por perfluorooctano (un líquido pesado) de la marca comercial Ala Octa, «utilizado exclusivamente en las patologías de la retina», señala José Luis Encinas, presidente de la Sociedad Española de Oftalmología.
Carlos Gómez Menchaca, explica que se han identificado seis pacientes con ceguera en Canarias, dos en Cataluña, seis en Andalucía, tres en Aragón y dos en Castilla y León, además de los 13 de País Vasco. Desde un adolescente de 17 años que jugando al fútbol se desprendió su retina hasta personas de 70 años. «Creemos que se podría superar el centenar de pacientes. Probablemente, muchos de los afectados no se planteen que su ceguera pueda deberse al defecto de determinados lotes de Ala Octa». Por su parte, Encinas tampoco descarta que haya más afectados por culpa de este producto.
Entre los más jóvenes se encuentra Joseba, de 25 años. Él también se operó en San Sebastián, pero en un centro privado. Cabe remarcar que este material se utilizaba tanto en hospitales públicos como en la vía privada. Después de un golpe con la puerta del coche en agosto del año pasado, Joseba notaba una especie de mancha negra en el ojo derecho. El mismo día que el médico le comunicó que tenía desprendimiento de retina, le intervinieron quirúrgicamente. Tuvo que someterse a una segunda, tercera, cuarta y quinta operación porque la retina no se vuelve a adherir bien. La última, en febrero, incluyó el cuestionado perfluorooctano. Al día siguiente, perdió la vista por completo y su médico le dijo que «era irreversible, y no sabían decirme por qué».
En vista de la «gravedad» de todos los casos identificados en los que las «secuelas parecen irreversibles», ya que afectan directamente al nervio óptico, el bufete de Gómez Menchaca va a recurrir por dos vías. La primera, «una reclamación administrativa por responsabilidad patrimonial frente a los servicios de salud correspondientes, por ser quienes han prestado el servicio al usuario que ha originado un daño irreversible, sin perjuicio de que dichos servicios de salud puedan reclamar por su parte las posibles indemnizaciones al fabricante». De forma paralela, el despacho de Gómez Menchaca también está tramitando una reclamación (civil) frente al propio fabricante a través de su distribuidora en Barcelona.
Leer artículo completo en EL MUNDO