No han caído en el rencor, pero no olvidan lo sucedido en el Hospital Río Hortega en abril de 1999, cuando nació su primer hijo, un niño que tiene ocho años y que presenta una minusvalía del 75% por culpa de una negligencia en el parto que ahora la Justicia, tras años de litigios, se ha encargado de poner precio: 450.000 euros. «Es una ayuda, pero esto no arregla nada. Te dan un dinero, pero para nosotros esto no supone ninguna alegría», tal y como explican los padres, José Luis y María (nombres ficticios). «Al principio, lo acepté muy mal, parecía que te estaban pagando por una desgracia y creo que hay cosas que no tienen precio», dice la madre. La sentencia de la Sección Sexta de la Sala de lo Contencioso-Administrativo del Tribunal Supremo revocaba una anterior de la Audiencia Nacional, que daba la razón al Ministerio de Sanidad y descartaba cualquier tipo de negligencia médica. Pero el Supremo sí apreció un error en la forma de actuar de la matrona y de todo el Servicio de Obstetricia que había en el Río Hortega en el año 1999. El error que dejó marcado para toda la vida a Alberto (también nombre ficticio) tiene su origen en el momento de su nacimiento. «En el parto, la cosa se le complicó a la matrona, que estaba sola. El bebé venía de cara y en vez de llamar al ginecólogo para hacer cesárea, ella siguió y hubo sufrimiento fetal, el niño vino con muchos problemas y de ahí tiene todos los males», apunta el padre. «La cara era toda un gran moratón y todo fue por el sufrimiento que esta señora le provocó en el parto porque si los niños nacen con la coronilla, éste lo hizo con la cara. Físicamente, era como si le hubieran dado una paliza y el pediatra que veía al niño cada mes decía que estaba bien», añade la madre.
«nadie nos explicó nada»
Durante cinco meses a José Luis y María nadie les dijo nada, ni en el hospital ni en el centro de salud. «Entendemos que los médicos se apoyen entre ellos para taparse, pero nunca trataron de poner una solución a su error». Al parecer, cuando un niño nace así, hay que enviarle cuanto antes al Centro Base para iniciar la rehabilitación y minimizar los daños. «En el Río Hortega nos mandaron a casa a los pocos días y nunca más se han preocupado de nosotros», afirma María. «Nos dimos cuenta de que le pasaba algo a los cinco meses, un día que fuimos al pediatra y no estaba el suyo. Sus comentarios nos hicieron sospechar y fue él quien le mandó al neurólogo y ya se vio que tenía una lesión por una falta de oxígeno en el transcurso perinatal, en el parto», añadió la madre.
Desde entonces no han parado de luchar para lograr que su hijo salga adelante. «Tienes que estar las 24 horas del día con él porque te necesita para todo. Desde bien pequeño sufre convulsiones, toma nueve medicinas diarias, anduvo con dos años y pico, sólo habla tres palabras… Hay un abismo entre él y los niños de su edad», asegura María. «Estoy empezando a dormir con mi marido ahora, esto es una preocupación continua».
Pero este joven matrimonio vallisoletano no cae en el rencor. «Tienes que olvidarlo porque si no, no vives. Yo, con que mi hijo sea feliz, me vale. Viéndole a él feliz, tú eres feliz», señala la progenitora en una entrevista a este diario.
«Lo único que queremos es que se sepa que está la posibilidad de la denuncia, que la gente sepa que cuando hay una negligencia, que puede denunciar», dice José Luis. «Aquí nadie se ha hecho nunca responsable de nada y sólo te das cuenta si te lo comenta la gente», detalla. Fue tras esa consulta en Neurología cuando acudieron al despacho de abogados bilbaíno Gómez Menchaca, especializados en la materia y presentaron una demanda contra el Ministerio de Sanidad, que entonces era el que tenía las competencias.
Más sensibilidad
Los padres afirman que las cosas en la región no funcionan como debieran para casos como el de su hijo. «Tienes que buscarte la vida. Si tu quieres llevarle a un logopeda, tienes que pagarlo; con el Sacyl es imposible, hay muy pocas ayudas para estos niños, que lo necesitan más que nadie». Las críticas no acaban en el sistema, sino que también van hasta los especialistas a los que estos padres piden «sensibilidad». «Algunos deberían aprender que él tiene mucho miedo al médico y es muy duro tener que oír a un oculista que tu hijo agrede. A ver si se mentalizan y tienen mucha más humanidad. Hay gente maja, pero hay otros que parece que no saben comportarse», concluyen.
Publicado por El Día de Valladolid el 12 de noviembre de 2.007