El contagio de un germen por parte de un paciente puede resultar un hecho catastrófico que de al traste con intervenciones quirúrgicas o ponga en peligro la vida del paciente que se encuentra ingresado. Es por ello que los hospitales deben de poner todos los medios para evitar los contagios hospitalarios.
La ciencia médica actualmente entiende que existe un reducto imposible de erradicar de contagios en los medios hospitalarios del primer mundo. No obstante, todos los hospitales de nuestro entorno instauran protocolos de prevención que incluyen medidas de asepsia del personal, instrumental quirúrgico y demás aparataje médico, así como las formas de manipulación de los pacientes, y controles ambientales. Igualmente los servicios de medicina preventiva tratan de detectar brotes de contagio en todas las áreas de hospitalización.
Los juzgados y tribunales españoles sostienen que el paciente que está al cuidado de un hospital no debe tener que soportar las consecuencias de un contagio y que éstas han de ser indemnizadas, salvo que el servicio médico acredite que se cumplieron todas aquellas medidas tendentes a evitarlo.
Ante un contagio lo primero que habrá que investigar es si el germen realmente pertenece al hospital. Los diferentes cultivos que se realicen nos darán la identidad del mismo, y quizá incluso la vía de contagio (catéteres…), si es un germen propio de la flora del paciente o si por el contrario es de aquellos que suelen causar contagios hospitalarios. Igualmente, los patrones de resistencia a antibióticos pueden dar una idea indiciaria de si es un germen del entorno del Hospital. Se debe verificar si en las fechas de los hechos existía alguna circunstancia que pudo facilitar el contagio, como obras en edificios del centro, averías en los sistemas de filtrado de aire, etc…, y si se cumplían los protocolos de limpieza y controles periódicos.
Otro tipo de medida preventiva que suele estar indicada ante una intervención quirúrgica es la antibioterapia en determinado arco de tiempo previo a la operación, dosis y compuesto, cuyo escrupuloso cumplimiento habrá de verificarse ante la aparición de una infección hospitalaria o nosocomial.
Será necesario analizar la respuesta dada por el servicio ante la aparición de cuadro infeccioso.
En ocasiones hay que tener en cuenta que los efectos clínicos de un contagio pueden ser diferidos en el tiempo, cuando el paciente se encuentra en su domicilio. Nos referimos a reservorios de gérmenes instaurados en prótesis traumatológicas o en los propios huesos del paciente adquiriendo forma de osteomielitis.
No podemos olvidar en este apartado los contagios transfusionales derivados de un defectuoso control de los donantes y cuyo estudio jurisprudencial es prolijo.