La paciente, que ha sido defendida por el letrado Fernando Gómez Menchaca, tenía en 1995 «una miopía magna donde las lentillas eran su mejor método para conseguir una agudeza visual aceptable».
Sin embargo, ese año empezó a sufrir un cuadro de intolerancia y, para evitar recurrir a las gafas, el médico le aconsejó que se sometiera a una intervención quirúrgica con láser.
Se operó de los dos ojos a la vez y en posteriores revisiones se apreció «un claro empeoramiento respecto a la situación previa. Así, un año después la agudeza visual con corrección era de 0,1 en el derecho y 0,2 en el izquierdo y actualmente el empeoramiento permanece en la actualidad teniendo en ambos ojos una agudeza de 0,2.
La paciente ha sido declarada afecta de una invalidez laboral permanente total y ha sido declarada por la Diputación Foral de Álava con una minusvalía del 33 por ciento en 1999 aumentando al 61 en 2002.
El tribunal ha señalado que el consentimiento previo a la intervención no tubo una correcta información previa porque se le explicó a la mujer que había riesgo de no conseguir una mejoría visual pero no de empeorar respecto a la situación previa.
Aunque pone de relieve que en 1995 no se sabía con certeza cuál era el límite aconsejable de ablación corneal, el fallo considera probado que no se prestó al enfermo todos los remedios de la ciencia, y por eso indemniza.
Publicado por Diario Médico el 31 de mayo de 2.004